Un rincón de la Casa de las Palabras

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26 dic 2012

De los signos que aparecerán antes del Juicio Final

Sennores, si quisiéredes     attender un poquiello,
querríavos contar,     en poco de ratiello,
un sermón que fue preso     de un santo libriello,
que fizo sant Jherónimo,     un precioso cabdiello.

Nuestro padre Jherónimo,     pastor de nos e tienda,
leyendo en ebreo     en essa su leyenda,
trovó cosas estrannas,     de estranna facienda;
qui las oír quisiere,     tenga que bien merienda.

Trovó el omne bueno,     entre todo lo ál,
que ante del Judicio,     del Judicio cabdal,
verrán muy grandes signos,     un fiero temporal,
que se verá el mundo     en pressura mortal.

Por esso lo escripso     el varón acordado,
que se tema el pueblo     que anda desviado,
mejore en constumnes,     faga a Dios pagado,
que non sea de Christo     estonz desemparado.

Esti será el uno     de los signos dubdados:
subirá a las nubes     el mar muchos estados,
más alto que las sierras     e más que los collados,
tanto que en sequero     fincarán los pescados.

Pero en su derecha     será él muy quedado,
non podrá estenderse,     será como elado,
como parés enfiesta     o muro bien labrado,
quiquiere que lo vea     será mal espantado.

(...)
Gonzalo de Berceo

15 dic 2012

Llaneza

Se abre la verja del jardín
con la docilidad de la página
que una frecuente devoción interroga
y adentro las miradas
no precisan fijarse en los objetos
que ya están cabalmente en la memoria.

Conozco las costumbres y las almas
y ese dialecto de alusiones
que toda agrupación humana va urdiendo.
No necesito hablar ni mentir privilegios;
bien me conocen quienes aquí me rodean,
bien saben mis congojas y mi flaqueza.
Eso es alcanzar lo más alto,
lo que tal vez nos dará el Cielo:
no admiraciones ni victorias
sino sencillamente ser admitidos
como parte de una Realidad innegable,
como las piedras y los árboles.

Jorge Luis Borges

4 dic 2012

Poética

Busqué siempre en mis versos
un humano temblor, aunque sabía
que los mármoles tersos,
pura geometría,
resisten más el peso de los días.

Pero yo soy apenas
esta hora que vivo intensamente:
el río de mis venas
se aleja de su fuente
y se sume del tiempo en la corriente.

Canto la pesadumbre
del doliente vivir que es mi destino,
la loca incertidumbre
de ir abriendo camino
en soledad, a oscuras y sin tino.

En mi voz, al hablaros,
carga el dolor la fuerza de su acento,
y sólo he de dejaros
esta angustia que siento
en ritmo entrecortado de lamentos.

El hombre, viva llama,
que de su propio fuego es abrasado,
espera, sufre, clama
y corre desolado
con el terror ceñido a su costado.

El ángel irascible
sembrador de odios, inclemente,
en la tierra impasible
derrama su simiente,
que los hombres cultivan ciegamente.

Agónico presencio
el acoso del hombre perseguido;
escucho en el silencio
su confuso gemido
de dios muriente o animal herido.

Mi verso es así el grito
que en la más honda entraña me ha brotado.
Más que en frío granito,
quiero el nombre grabado
al pie de un verso en sangre sustentado.
Ildefonso Manuel Gil