Un rincón de la Casa de las Palabras

Un rincón de la Casa de las Palabras





25 ago 2011

De "Notas sobre literatura en un Diario"

Una de las escenas más famosas de la historia de la filosofía es un efecto del poder de la literatura. Nietzsche al ver como un cochero castigaba brutalmente a un caballo caído se abraza llorando al cuello del animal y lo besa. Fue en Turín, el 3 de enero de 1888, y esa fecha marca, en un sentido, el fin de la filosofía: con ese hecho empieza la llamada locura de Nietzsche que, como el suicidio de Sócrates, es un acontecimiento inolvidable en la historia de la razón occidental. Lo increíble es que la escena es una repetición literal de una situación de Crimen y castigo de Dostoievski (capítulo 5 de la I parte) en la que Raskólnikov sueña con unos campesinos borrachos que golpean un caballo hasta matarlo. Dominado por la compasión, Raskólnikov se abraza al cuello del animal caído y lo besa. Nadie parece haber reparado en el bovarismo de Nietzsche que repite una escena leída. (La teoría del Eterno Retorno puede ser vista como una descripción del efecto de memoria falsa que produce la lectura.)

Ricardo Piglia, Formas breves

11 ago 2011

Palinodia

Que me dejes en paz, que ya me aburres. Mira
que eres pesada. A estas alturas de la vida
ya te conozco algo, especie de Antoñita
la Fantástica, y es estúpido que sigas
intentando enredarme   que si aquella llovizna,
que si los viejos robles, el olor de Galicia,
las vacas, los abuelos, las campanas...   . No insistas:
ya sé que todas tus historias son mentira,
que nada sucedió como tú me lo pintas.

Déjame en paz, memoria; no me cuentes mi vida.
Miguel d'Ors

9 ago 2011

La rueda del tiempo

(Así hablaba Zaratustra)
Volverá aquella tarde de un domingo con lluvia
y entonces yo me distraeré mirando
la tortuga en el fondo de la fuente,
y estaremos reunidos mi padre, mis hermanos.
Se escucharán sus voces por la sala
en un día de Reyes, igual que hace diez años.
No importa si he perdido los mapas, los caminos
  sus casas embrujadas   , porque al cabo
se formarán las mismas
nubes. Los mismos pájaros
tirarán de la noche y mi pereza
para ponerme en fila al fondo de aquel patio.
Volveré a ser quien vuelve,
sucio de tinta y barro,
por la calle Porvera, al mediodía,
y a ver las mismas cosas con ojos asombrados.

Lo dice un libro. Volveré yo a ser niño
y a jugar por las tardes con un balón de trapo.
José Mateos

4 ago 2011

El perro de San Roque

Yo sólo soy un hombre débil, un espontáneo
que nunca tomó en serio los sesos de su cráneo.

A medida que vivo ignoro más las cosas;
no sé ni por qué encantan las hembras y las rosas.

Sólo estuve sereno, como en un trampolín,
para asaltar las nuevas cinturas de las Martas
y con dedos maniáticos de sastre, medir cuartas
a un talle de caricias ideado por Merlín.

Admiro el universo como un azul candado;
gusto del cristianismo porque el Rabí es poeta;
veo arriba el misterio de un único cometa
y adoro en la Mujer el misterio encarnado.

Quiero a mi siglo; gozo de haber nacido en él;
los siglos son en mi alma rombos de una pelota
para la dicha varia y el calosfrío cruel
en que se cesa la media y lo crudo se anota.

He oído la rechifla de los demonios sobre
mis bancarrotas chuscas de pecador vulgar,
y he mirado a los ángeles y arcángeles mojar
con sus lágrimas de oro mi vajilla de cobre.

Mi carne es combustible y mi conciencia parda;
efímeras y agudas refulgen mis pasiones
cual vidrios de botella que erizaron la barda
del gallinero, contra los gatos y ladrones.

¡Oh, Rabí, si te dignas, está bien que me orientes:
he besado mil bocas, pero besé diez frentes!

Mi voluntad es labio y mi beso es el rito...
¡Oh, Rabí, si te dignas, bien está que me encauces;
como el can de San Roque, ha estado mi apetito
con la vista en el cielo y la antorcha en las fauces!

Ramón López Velarde
Ramón Modesto López Velarde Berumen (Jerez, Zacatecas, 1888- Ciudad de México, 1921)