Un rincón de la Casa de las Palabras

Un rincón de la Casa de las Palabras





21 dic 2011

TÚ sobrevivirás: volverás a rozar las sábanas y sabrás que has sobrevivido, a pesar del tiempo y el movimiento que a cada instante acortan tu fortuna: entre la parálisis y el desenfreno está la línea de la vida: la aventura: imaginarás la seguridad mayor, jamás moverte: te imaginarás inmóvil al resguardo del peligro, del azar, de la incertidumbre: tu quietud no detendrá el tiempo que corre sin ti, aunque tú lo inventes y midas, al tiempo que niega tu inmovilidad y te somete a su propio peligro de extinción: aventurero, medirás tu velocidad con la del tiempo:
el tiempo que inventarás para sobrevivir, para fingir la ilusión de una permanencia mayor sobre la tierra: el tiempo que tu cerebro creará a fuerza de percibir esa alternación de luz y tinieblas en el cuadrante del sueño; a fuerza de retener esas imágenes de la placidez amenazada por los cúmulos concentrados y negros de las nubes, el anuncio del trueno, la posteridad del rayo, la descarga turbonada de la lluvia, la aparición segura del arco iris; a fuerza de escuchar las llamadas cíclicas de los animales en el monte; a fuerza de gritar los signos del tiempo: aullido del tiempo de la guerra, aullido del tiempo del luto, aullido del tiempo de la fiesta; a fuerza, en fin, de decir el tiempo, de hablar el tiempo, de pensar el tiempo inexistente de un universo que no lo conoce porque nunca empezó y jamás terminará: no tuvo principio, no tendrá fin y no sabe que tú inventarás una medida del infinito, una reserva de razón:
tú inventarás y medirás un tiempo que no existe,
tú sabrás, discernirás, enjuiciarás calcularás, imaginarás, prevendrás, acabarás por pensar lo que no tendrá otra realidad que la creada por tu cerebro, aprenderás a dominar tu violencia para dominar la de tus enemigos: aprenderás a frotar dos maderos hasta incendiarlos porque necesitarás arrojar una tea a la entrada de tu cueva y espantar a las bestias que no te distinguirán, que no diferenciarán tu carne de la carne de otras bestias y tendrás que construir mil templos, dictar mil leyes, escribir mil libros, adorar mil dioses, pintar mil cuadros, fabricar mil máquinas, dominar mil pueblos, romper mil átomos para volver a arrojar tu tea encendida a la entrada de la cueva,
y harás todo eso porque piensas, porque habrás desarrollado una congestión nerviosa en el cerebro, una red espesa capaz de obtener información y transmitirla de frente hacia atrás: sobrevivirás, no por ser el más fuerte, sino por el azar oscuro de un universo cada vez más frío, en el que sólo sobrevivirán los organismos que sepan conservar la temperatura de su cuerpo frente a los cambios del medio, los que concentren esa masa nerviosa frontal y puedan predecir el peligro, buscar el alimento, organizar su movimiento y dirigir su nado en el océano redondo, proliferante, atestado de los orígenes: quedarán en el fondo del mar las especies muertas y perdidas, tus hermanas, millones de hermanas que no emergieron del agua con sus cinco estrellas contráctiles, sus cinco dedos clavados en la otra orilla, en la tierra firme, en las islas de la aurora: emergarás con la amiba, el reptil y el pájaro cruzados: las aves que se arrojarán de las nuevas cimas para estrellarse en los nuevos abismos, aprendiendo en el fracaso, mientras los reptiles ya vuelen y la tierra se enfríe: sobrevivirás con las aves protegidas de plumas, arropadas por la velocidad de su calor, mientras los reptiles fríos duerman, invernen y al cabo mueran y tú clavarás las pezuñas en la tierra firme, en las islas de la aurora, y sudarás como un caballo, y treparás a los árboles nuevos con tu temperatura constante y descenderás con tus células cerebrales diferenciadas, tus funciones vitales automatizadas, tus constantes de hidrógeno, azúcar, calcio, agua, oxígeno: libre para pensar más allá de los sentidos inmediatos y las necesidades vitales
descenderás con tus diez mil millones de células cerebrales, con tu pila eléctrica en la cabeza, plástico mutable, a explorar, satisfacer tu curiosidad, proponerte fines, realizarlos con el menor esfuerzo, evitar las dificultades, prever, aprender, olvidar, recordar, unir ideas, reconocer formas, sumar grados al margen dejado libre por la necesidad, restar tu voluntad a las atracciones y rechazos del medio físico, buscar las condiciones favorables, medir la realidad con el criterio de lo mínimo, desear secretamente lo máximo, no exponerte, sin embargo, a la monotonía de la frustración:
acostumbrarte, amoldarte a las exigencias de la vida en común:
desear: desear que tu deseo y el objeto deseado sean la misma cosa; soñar en el cumplimiento inmediato, en la identificación sin separaciones del deseo y lo deseado:
reconocerte a ti mismo:
reconocer a los demás y dejar que ellos te reconozcan: y saber que te opones a cada individuo, porque cada individuo es un obstáculo más para alcanzar tu deseo:
elegirás, para sobrevivir elegirás, elegirás entre los espejos infinitos uno solo, uno solo que te reflejará irrevocablemente, que llenará de una sombra negra los demás espejos, los matarás antes de ofrecerte, una vez más, esos caminos infinitos para la elección:
decidirás, escogerás uno de los caminos, sacrificarás los demás: te sacrificarás al escoger, dejarás de ser todos los otros hombres que pudiste haber sido, querrás que otros hombres    otro    cumpla por ti la vida que mutilaste al elegir: al elegir sí, al elegir no, al permitir que no tu deseo, idéntico a tu libertad, te señalara un laberinto sino tu interés, tu miedo, tu orgullo:
temerás al amor, ese día:
pero podrás recuperarlo: reposarás con los ojos cerrados, pero no dejarás de ver, no dejarás de desear, porque así harás tuya la cosa deseada:
la memoria es el deseo satisfecho
hoy que tu vida y tu destino son la misma cosa.

Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz

12 dic 2011

En el resumidero universal de los sueños
se acumula todo cuanto el hombre ha soñado,
pero además los otros sueños
que completan la parábola:
los sueños animales, vegetales,
los sueños ciegos de las cosas,
los sueños mudos de los dioses,
los sueños abortados de la nada.

Y si no podemos conjeturar
en qué orden se han ido almacenando,
es probable que no haya tabique divisor
y una secreta ósmosis
los comunique unos con otros
y por lo menos allí se interpenetren,
como los huesos del osario,
el polen en el aire,
las mutaciones que se mezclan en el viento
o las formas de las cosas
cuando terminan su caída.

Y también es probable que el conjunto
llegue alguna vez a pesar tanto
o se vuelva una imagen tan densa
que se convierta al fin en sustancia palpable,
algo así como un incorruptible y tardío modelo
de lo que pudo ser el universo.
Roberto Juarroz

2 dic 2011

Test

Qué es un antipoeta: 
Un comerciante en urnas y atáudes?
Un sacerdote que no cree en nada?
Un general que duda de sí mismo?
Un vagabundo que se ríe de todo
Hasta de la vejez y de la muerte?
Un interlocutor de mal carácter?
Un bailarín al borde del abismo?
Un narciso que ama a todo el mundo?
Un bromista sangriento
Deliberadamente miserable?
Un poeta que duerme en una silla?
Un alquimista de los tiempos modernos?
Un revolucionario de bolsillo?
Un pequeño burgués?
Un charlatán? 

.................... un dios?
........................... un inocente?
Un aldeano de Santiago de Chile?
Subraye la frase que considere correcta.

Qué es la antipoesía:
Un temporal en una taza de té?
Una mancha de nieve en una roca?
Un azafate lleno de excrementos humanos
Como lo cree el padre Salvatierra?
Un espejo que dice la verdad?
Un bofetón al rostro
Del Presidente de la Sociedad de Escritores?
(Dios lo tenga en su santo reino)
Una advertencia a los poetas jóvenes?
Un ataúd a chorro?
Un ataúd a fuerza centrífuga?
Un ataúd a gas de parafina?
Una capilla ardiente sin difunto?

Marque con una cruz
La definición que considere correcta.

Nicanor Parra

29 nov 2011

(El aprendiz de carnicero)



Hoy falleció Tito.

Leí en los diarios un par de tributos, unos cuantos reportajes y punto, eso fue todo para este gran fabulador guatemalteco que ni siquiera fue guatemalteco.

Augusto Monterroso nació en Honduras y murió en México. Pero en Guatemala, a los dieciséis años, se enamoró profundamente de la literatura mientras trabajaba, según él mismo cuenta, en una carnicería. Su jefe, Alfonso Sáenz, entre córteme un puyazo y rebáneme un lomito, le obsequiaba libros, obligándolo a leer las obras de Shakespeare, Lord Chesterfield y Victor Hugo. Con su gabacha cubierta de sangre, este amable señor fue su Virgilio, sin saberlo, sin querer serlo, embarcando a un joven medio chaparrito en ese largo viaje que lo llevaría más allá del centro de la fábula.

Su primera frase literaria es toda una leyenda. Ocurrió algunos años más tarde, durante un día lluvioso de septiembre, 1944. Un carnicero aprendiz de veintidós años, autodidacta, con ciertas ideas revolucionarias, recorría con frenesí las calles de la capital guatemalteca. Después de haber firmado el “Manifiesto de los 311” (exigiendo la renuncia del dictador presidencial Jorge Ubico) y de fundar con algunos amigos el periódico político El espectador, la policía local lo andaba persiguiendo por toda la ciudad. Afortunadamente, ese joven cargaba con él una brocha y un bote de pintura blanca, y antes de asomarse a las puertas de la embajada mexicana (en donde recibiría asilo político del mismo embajador), logró escribir -ya con algunos de los elementos que años después caracterizarían su estilo narrativo- su primera frase literaria sobre un muro decrépito de la capital: “No me ubico”.

Tito y el carnicero jamás se volvieron a ver.
Eduardo Halfon, El ángel literario

21 nov 2011

Toros en los villorrios


Vais en el tren. Al salir de una determinada estación, zas, se zampa en el departemento un tropel de jovenzuelos y hasta de hombres muchachos. En aquel instante acabaron de burlar la muerte tomando el rápido en marcha, y ahora se disponen a sortear el presidio, pues montaron sin billete. Aquí y allá, como enormes gatos de trapo, se meten debajo de los asientos buscando los bancos que están ocupados. Los viajeros no se molestan, y si son mujeres, menos. ¿Molestarse? De lo que se molestarían y hasta os pondrían “como hoja de perejil” es si los descubrís o denunciáis al revisor. Cuando éste cumple su misión y se va sin “aluspiarlos”, ellos y los cómplices se echan a zapatetas y se dan de enviones riendo del “pobre” funcionario que no “los ha olido”. ¿A dónde van los tales? A la capea de tal pueblo. Y el ir a la capea les justifica y ante todos legaliza el robar a la Compañía, el poner en peligro su vida y el traer bochorno al país a que todos, los sandios y los ocultadores, pertenecen. No para ahí el asunto. Al descender en el pueblo de la capea y caer de los estribos como nubes de langosta, el revisor presencia, cruzado de brazos, en suprema desesperación, que los mismos que le burlaron se despiden de él haciéndole cortes de mangas y diciéndole obscenidades bestiales. Diréis que eso pasa “en tercera”. Entre gentes que viajan en tercera clase, cierto; pero las naciones se componen en su parte mayor de “ gentes que viajan en tercera”... ¿Es todo esto un “mal menor”?

Pedid a estos pueblos en nombre de la salud pública un sobreesfuerzo, agitar en nombre de la libertad o cualquier otro ideal público su sangre, y... “ya va”, como ellos dicen. En esos festejos se caen tablados que ocasionan muchas víctimas, salen toros acostumbrados a estas bregas, “chaqueteados”, a los que es imposible burlar; su prohibición por las autoridades es reída, befada y violada; yo he ayudado a un médico a curar una herida hecha en la mano a cierto maletilla con agujón de sombrero     cierta dama, al poner el chico en su huída del toro la mano en las varas de la escalera del carro, le pincho para que descendiese, como ocurrió, con inmenso peligro  ; un pueblo en los momentos anterior y posterior a la capea es algo peor que un manicomio suelto... Sin duda éstos son “males menores”... Hay que divertirse una vez cosechado el grano. Tragedia y risa. Lo grotesco mordiéndole el talón a lo dramático. El peligro mayor de esas capeas, con ser en ellas todo un pandemónium, es la borrachera. La mayor parte de los que ese día se emborrachan lo hacen “por salir al toro”... Y cuando, borrachos, salen al toro, la gente ¡ríe!... Este guiñol monstruoso, donde los que ríen de “los palos de veras” son tíos de pelo en pecho y mujeres hartas de dar a luz, ¿es un “mal menor”?...

En Benalcázar hubo en cierta capea cuatro muertos    estos datos no son tomados al oído, sino ¡vistos!  ; los guardias civiles (más heróicos de lo que las gentes creen en estas y otras contiendas) hieren al toro; están sonando aún los tiros en aquel ambiente de horror, cuando sale hacia el toro un hombre que lleva en la mano ¡un quinqué!... El toro, en su agonía, parte como un rayo y le mata. El hombre aquel estaba borracho, y el vino de su estómago y la sangre de su cuerpo se vaciaron y mezclaron allí... El horror de aquella tarde... es el horror de todas. De los borrachos de las capeas han salido las charlotadas taurinas.

He visto en Costa Rica unos marrajos, caricatura de la mala sangre colmenareña de los moruchos nuestros, a los que llaman “maizoles”, y que con un furor espantable que resulta humo, luden, corren, muerden, embisten, cornean de rarísimas maneras, y subidos sobre el que cae de risa o torpeza, lo patean como si estuvieran amaestrados. Ante ellos pensaba yo en estas capeas españolas, sobre todo en las indiscutiblemente bárbaras, que son, ¡oh, tristísima paradoja!, las que se celebran en los pueblos cercanos a Madrid. ¿Qué le pasa a Madrid, que sus irradiaciones sobre las cercanías son tales? Pocas leguas, con dos bastan, fuera del radio de la capital, y... os creéis en sitios lejanísimos. La estepa hace al ser cerril cimarrón; las altas mesetas producen esto y lo otro... Bien. Lo necesario es no juzgar las capeas como “mal menor” u “ocasional” mal de ferias, de vino, de restos remotísimos de paganas saturnales en honor de Ceres... y proceder en firme.

Eugenio Noel, España fibra a fibra


12 nov 2011

Mazda 6


Manuel Vilas salió una mañana de su casa.
Le esperaban en un instituto de la ciudad de Zaragoza.
Iba a una charla
con alumnos, que habían leído sus poemas.
Un instituto en las afueras de la ciudad, como siempre.

Pasó con su coche por la Avenida de Madrid, que resplandecía
con tiendas llenas de rebajas: zapatos, bolsos, ropa,
grandes carteles en rojo con precios “imposibles”
-era el mes de marzo, principios, y ya hacía calor-.
Como era pronto, se tomó un café en un bar con gente
que estaba desayunando cruasanes, bollos, pequeños bocadillos,
tostadas, mermelada, mantequilla.
Y Manuel Vilas no pagó el café
por culpa de la celestial indolencia,
por no hacer el esfuerzo
de llamar a la camarera,
el esfuerzo de sacar el billetero,
de buscar una moneda.
Y dio igual que se fuera sin pagar
y eso le puso de un excelente humor
que duró treinta segundos, los treinta segundos
de gloria del hurto, de gloria de los ladrones perdidos
en los barrios lejanos, en corazon lentos.
Entró en el aula y saludó a los chicos que habían leído sus poemas.
Eran chicos de diecisiete años,
chicos y chicas, guapos, nuevos, llenos de dulzura grande.
Los chicos le miraban con curiosidad violenta, y Manuel Vilas
recordó que estaba perfectamente aseado.
Habló, y no sabía muy bien qué decir.
Mientras hablaba miraba por un ventanal
que dejaba ver casas de pisos de los años sesenta,
con flores y ruedas de bicis en balcones pequeños,
casas de los emigrantes ahora, y se dio cuenta una vez más
de cuánto había cambiado España aparentemente,
la fiesta de España, la gran fiesta del calor y del verano,
una fiesta para pocos,
como siempre.

Una chica le preguntó que por qué había tanto sexo en sus poemas.

Un chico le preguntó que quién era el protagonista de sus poemas.

Otra chica le preguntó que por qué hablaba de Nueva York en sus poemas.

Otro chico le preguntó que por qué se hablaba de dinero en sus poemas.

Manuel Vilas miraba esos chicos con una fascinación digna
de la primera milésima de segundo después de la creación de la tierra,
después de la creación de los volcanes,
de la creación del cielo y del viento.
Son mis chicos, pensó, de ellos es el mundo, la sangre, los océanos,
la luna, las arenas de todas las playas, los barcos, los árboles secretos,
las discotecas y los cuartos oscuros, las camas y las flores del mal.

Veía viento en la cabeza de los chicos que le preguntaban tantas cosas.

Ahora Manuel Vilas estaba pensando en su coche,
un Mazda 6 rojo, nuevo, metalizado,
ciento cincuenta caballos a su entera disposición.
Pensaba en que lo había aparcado debajo de un árbol,
pensaba, sí, claro, en lo bien que estaría el Mazda 6
debajo de un árbol,
y como estaba hablando de literatura
recordó a Virgilio e imaginó a Virgilio
bajo un olivo romano hace dos mil años,
dichoso de estar vivo.

Como los chicos ya se cansaron de preguntar,
y habían estado hablando
del paso del tiempo y de las ciudades,
Manuel Vilas les preguntó a ellos,
decidme cómo será el mundo
dentro de cien años, en el 2017.
O cómo debió de ser el mundo en 1907.
Les dijo a sus chicos que tenían que estar contentos de estar vivos.
Repitió el verbo estar, sí.
Que el hecho de estar vivos era grande,
nada había tan grande como eso.

Manuel Vilas subió a su Mazda 6 y palpó las crines
de los ciento cincuenta caballos a su entera disposición,
dispuestos a arrojarse contra los muros del cielo si él quería.

Recordaba, puesto el pie en el acelerador, a los chicos.
Veía viento en la cabeza de los chicos
que le habían preguntado tantas cosas.
Manuel Vilas

6 nov 2011

Plaça de Catalunya 2

Amar es restregarse contra un cuerpo
sorbiendo secreciones y microbios.
Sentirlo cual babosa por un rato.

Comer es engullir descuartizados
cadáveres, a trozos, triturándolos
entre saliva y huesos. Y tragándolos.

Dormir es no existir conscientemente.
Tal vez lo único bueno sin no fuera
que a veces algún sueño lo importuna.

Amar, comer, dormir. Unas palabras
que suenan como fiesta a los sentidos
y encubren suciedad, crueldad y angustia.

Y esto es lo mejor. E imprescindible.
Es innoble vivir. Pero en mi mano
está no ser un cómplice más tiempo.

José María Fonollosa

30 oct 2011

Oración por Marilyn Monroe

Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
                                                                se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
                                                                       ¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja c
on su libreta
           porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
           la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.
Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
            ¡contesta Tú al teléfono!
Ernesto Cardenal

23 oct 2011

Soliloquio del individuo

Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca

(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.
Nicanor Parra
(Y si hay alguien interesado en que se lo lea el propio Nicanor Parra, que pinche aquí.)

13 oct 2011

Tergiversaciones

Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa
dicen que soy poeta..., cuando no porque iluso
suelo rimar    en verso de contorno difuso   
mi viaje byroniano por las vegas del Zipa...,

tal un ventripotente agrómena de jipa
a quien por un capricho de su caletre obtuso
se le antoja fingirse paraísos... al uso
de alucinado Pöe que el alcohol destripa,

de Baudelaira diabólico, de angelical Verlaine,
de Arthur Rimbaud malévolo, de sensorial Rubén,
y en fin... ¡hasta del Padre Víctor Hugo omniforme...!

¡Y tanta tierra inútil por escasez de músculos!
¡tanta industria novísima! ¡tanto almacén enorme!
Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos...
León de Greiff

5 oct 2011

Rima XXVI

Voy contra mi interés al confesarlo,
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda sólo es buena
de un billete de Banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
    Mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica... ¡Boberías!
    ¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
    ¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.

29 sept 2011

Las últimas palabras que escribió Miguel de Cervantes


Conde de Lemos, de Andrade, de Villalba;
Marqués de Sarriá, Gentilhombre de la Cámara de su Majestad,
Presidente del Consejo Supremo de Italia,
Comendador de la Encomienda de la Zarza,
de la Orden de Alcántara

Aquellas coplas antiguas, que fueron en su tiempo celebradas, que comienzan:

    Puesto ya el pie en el estribo,

quisiera yo no vinieran tan a pelo en esta mi epístola, porque casi con las mismas palabras la puedo comenzar, diciendo:

    Puesto ya el pie en el estribo,
    con las ansias de la muerte,
    gran señor, ésta te escribo.

Ayer me dieron la Estremaunción y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir, y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies a Vuesa Excelencia; que podría ser fuese tanto el contento de ver a Vuesa Excelencia bueno en España, que me volviese a dar la vida. Pero si está decretado que la haya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos, y por lo menos sepa Vuesa Excelencia este mi deseo, y sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle que quiso pasar aun más allá de la muerte, mostrando su intención. Con todo esto, como en profecía me alegro de la llegada de Vuesa Excelencia, regocíjome de verle señalar con el dedo, y realégrome de que salieron verdaderas mis esperanzas, dilatadas en la fama de las bondades de Vuesa Excelencia. Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias y asomos de las Semanas del jardín, y del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena ventura mía, que ya no sería ventura, sino milagro, me diese el cielo vida, las verá, y con ellas fin de La Galatea, de quien sé está aficionado Vuesa Excelencia. Y, con estas obras, continuando mi deseo, guarde Dios a Vuesa Excelencia como puede. De Madrid, a diez y nueve de abril de mil y seiscientos y diez y seis años.

Criado de Vuesa Excelencia,
Miguel de Cervantes.

De la venida de Clavileño,
con el fin desta dilatada aventura

La Dolorida, así como vio al caballo, casi con lágrimas dijo a Don Quijote:
- Valeroso caballero, las promesas de Malambruno han sido ciertas: el caballo está en casa, nuestras barbas crecen, y cada una de nosotras y con cada pelo dellas te suplicamos nos rapes y tundas, pues no está en más sino en que subas en él con tu escudero, y des felice principio a vuestro nuevo viaje.
- Eso haré yo, señora Condesa Trifaldi, de muy buen grado y de mejor talante, sin ponerme a tomar cojín, ni calzarme espuelas, por no detenerme; tanta es la gana que tengo de veros a vos, señora, y a todas estas dueñas rasas y mondas.
- Eso no haré yo -dijo Sancho-, ni de malo ni de buen talante, en ninguna manera; y si es que este rapamiento no se puede hacer sin que yo suba a las ancas, bien puede buscar mi señor otro escudero que le acompañe, y estas señoras otro modo de alisarse los rostros; que yo no soy brujo, para gustar de andar por los aires. ¿Y qué dirán mis insulanos cuando sepan que su gobernador se anda paseando por los vientos? Y otra cosa más, que habiendo tres mil y tantas leguas de aquí a Candaya, si el caballo se cansa o el gigante se enoja, tardaremos en dar la vuelta media docena de años, y ya ni habrá ínsula, ni ínsulos en el mundo que me conozcan; y pues se dice comúnmente que en la tardanza va el peligro, y que cuando te dieren la vaquilla acudas con la soguilla, perdónenme las barbas destas señoras, que bien se está san Pedro en Roma; quiero decir, que bien me estoy en esta casa, donde tanta merced se me hace y de cuyo dueño tan gran bien espero como es verme gobernador.



(Miguel de Cervantes, El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Cap. XLI)

27 sept 2011

Epílogo

Vivimos todos en la oscuridad, separados
por franqueables murallas llenas de puertas falsas;
moneda que se gira para los gastos menudos de la amistad o el amor nuestras  
         conversaciones
contra lo inagotable no alcanzan a tocarlo
cuando ya se precisa renovarlas, tomar
un camino distinto para llegar a lo mismo.
Es necesario acostumbrarse a saber
vivir al día, cada cual en lo suyo,
como en el mejor de los mundos posibles.
Nuestros sueños lo prueban: estamos divididos.
Podemos simpatizar los unos con los otros,
y eso es más que bastante: eso es todo, y difícil
acercar nuestra historia a la de otros
podándola del exceso que somos,
distraer la atención de lo imposible para atraerla sobre las coincidencias,
y no insistir, no insistir demasiado:
ser un buen narrador que hace su oficio
entre el bufón y el pontificador.

Enrique Lihn

21 sept 2011

Si algún día

Si algún día te enfermas de palabras, como a todos nos pasa, y estás harta de oírlas, de decirlas. Si cualquiera que eliges te parece gastada, sin brillo, minusválida. Si sientes náuseas cuando oyes "horrible" o "divino" para cualquier asunto, no te curarás, por supuesto, con una sopa de letras.

Has de hacer lo siguiente: cocinarás al dente un plato de espaguetis que vas a aderezar con el guiso más simple: ajo, aceite y ají. Sobre la pasta ya revuelta con la mezcla anterior, rallarás un estrato de queso parmesano. Al lado derecho del plato hondo colmo de espaguetis con lo dicho, pondrás un libro abierto. Al lado izquierdo, pondrás un libro abierto. Al frente un vaso lleno de vino tinto seco. Cualquier otra compañía no es recomendable. Pasarás al azar las páginas de uno y otro libro, pero ambos han de ser de poesía. Sólo los buenos poetas nos curan la llenura de palabras. Sólo la comida simple y esencial nos cura los hartazgos de la gula.

Héctor Abad Faciolince, Tratado de culinaria para mujeres tristes

9 sept 2011

Espantapájaros

Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.

Que te crezca, en cada uno de los poros, un pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.

Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a posternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.

Que cuando quieras decir: "Mi amor" digas "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.

Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.

Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de un caja de hierro, que no puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura.
Oliverio Girondo

25 ago 2011

De "Notas sobre literatura en un Diario"

Una de las escenas más famosas de la historia de la filosofía es un efecto del poder de la literatura. Nietzsche al ver como un cochero castigaba brutalmente a un caballo caído se abraza llorando al cuello del animal y lo besa. Fue en Turín, el 3 de enero de 1888, y esa fecha marca, en un sentido, el fin de la filosofía: con ese hecho empieza la llamada locura de Nietzsche que, como el suicidio de Sócrates, es un acontecimiento inolvidable en la historia de la razón occidental. Lo increíble es que la escena es una repetición literal de una situación de Crimen y castigo de Dostoievski (capítulo 5 de la I parte) en la que Raskólnikov sueña con unos campesinos borrachos que golpean un caballo hasta matarlo. Dominado por la compasión, Raskólnikov se abraza al cuello del animal caído y lo besa. Nadie parece haber reparado en el bovarismo de Nietzsche que repite una escena leída. (La teoría del Eterno Retorno puede ser vista como una descripción del efecto de memoria falsa que produce la lectura.)

Ricardo Piglia, Formas breves

11 ago 2011

Palinodia

Que me dejes en paz, que ya me aburres. Mira
que eres pesada. A estas alturas de la vida
ya te conozco algo, especie de Antoñita
la Fantástica, y es estúpido que sigas
intentando enredarme   que si aquella llovizna,
que si los viejos robles, el olor de Galicia,
las vacas, los abuelos, las campanas...   . No insistas:
ya sé que todas tus historias son mentira,
que nada sucedió como tú me lo pintas.

Déjame en paz, memoria; no me cuentes mi vida.
Miguel d'Ors

9 ago 2011

La rueda del tiempo

(Así hablaba Zaratustra)
Volverá aquella tarde de un domingo con lluvia
y entonces yo me distraeré mirando
la tortuga en el fondo de la fuente,
y estaremos reunidos mi padre, mis hermanos.
Se escucharán sus voces por la sala
en un día de Reyes, igual que hace diez años.
No importa si he perdido los mapas, los caminos
  sus casas embrujadas   , porque al cabo
se formarán las mismas
nubes. Los mismos pájaros
tirarán de la noche y mi pereza
para ponerme en fila al fondo de aquel patio.
Volveré a ser quien vuelve,
sucio de tinta y barro,
por la calle Porvera, al mediodía,
y a ver las mismas cosas con ojos asombrados.

Lo dice un libro. Volveré yo a ser niño
y a jugar por las tardes con un balón de trapo.
José Mateos

4 ago 2011

El perro de San Roque

Yo sólo soy un hombre débil, un espontáneo
que nunca tomó en serio los sesos de su cráneo.

A medida que vivo ignoro más las cosas;
no sé ni por qué encantan las hembras y las rosas.

Sólo estuve sereno, como en un trampolín,
para asaltar las nuevas cinturas de las Martas
y con dedos maniáticos de sastre, medir cuartas
a un talle de caricias ideado por Merlín.

Admiro el universo como un azul candado;
gusto del cristianismo porque el Rabí es poeta;
veo arriba el misterio de un único cometa
y adoro en la Mujer el misterio encarnado.

Quiero a mi siglo; gozo de haber nacido en él;
los siglos son en mi alma rombos de una pelota
para la dicha varia y el calosfrío cruel
en que se cesa la media y lo crudo se anota.

He oído la rechifla de los demonios sobre
mis bancarrotas chuscas de pecador vulgar,
y he mirado a los ángeles y arcángeles mojar
con sus lágrimas de oro mi vajilla de cobre.

Mi carne es combustible y mi conciencia parda;
efímeras y agudas refulgen mis pasiones
cual vidrios de botella que erizaron la barda
del gallinero, contra los gatos y ladrones.

¡Oh, Rabí, si te dignas, está bien que me orientes:
he besado mil bocas, pero besé diez frentes!

Mi voluntad es labio y mi beso es el rito...
¡Oh, Rabí, si te dignas, bien está que me encauces;
como el can de San Roque, ha estado mi apetito
con la vista en el cielo y la antorcha en las fauces!

Ramón López Velarde
Ramón Modesto López Velarde Berumen (Jerez, Zacatecas, 1888- Ciudad de México, 1921)

28 jul 2011

(Soñar, recordar, observar...)

Aquella noche Amalfitano se quedó despierto hasta muy tarde. Lo primero que hizo al llegar a casa fue ir al jardín trasero a comprobar si seguía allí el libro de Dieste. Durante el viaje de regreso la profesora Pérez había tratado de ser simpática y de iniciar un diálogo que los involucrara a los cuatro, pero su hijo se durmió nada más iniciar el descenso y poco después Rosa, con la cara apoyada en la ventana, hizo lo mismo. Amalfitano no tardó en seguir el ejemplo de su hija. Soñó con la voz de una mujer que no era la voz de la profesora Pérez sino la de una francesa, que le hablaba de signos y de números y de algo que Amalfitano no entendía y que la voz de su sueño llamaba "historia descompuesta" o "historia desarmada y vuelta a armar", aunque evidentemente la historia vuelta a armar se convertía en otra cosa, en un comentario al margen, en una nota sesuda, en una carcajada que tardaba en apagarse y saltaba de una roca andesita a una roca riolita y luego a una toba, y de ese conjunto de rocas prehistóricas surgía una especie de azogue, el espejo americano de la riqueza y la pobreza y de las continuas metamorfosis inútiles, el espejo que navega y cuyas velas son el dolor. Y luego Amalfitano cambió de sueño y ya no oyó ninguna voz, lo que probablemente indicaba que dormía profundamente, y soñó que se acercaba a una mujer, a una mujer constituida sólo por un par de piernas al final de un pasillo oscuro, y luego oyó que alguien se reía de sus ronquidos, el hijo de la profesora Pérez, y pensó: mejor. Cuando entraban a Santa Teresa por la carretera del este, un camino a esas horas repleto de camiones destartalados y camionetas de bajo cilindraje que volvían del mercado de la ciudad o de algunas ciudades de Arizona, se despertó. No sólo había dormido con la boca abierta sino que tenía el cuello de la camisa lleno de babas. Mejor, pensó, mucho mejor. Al mirar, con expresión satisfecha, a la profesora Pérez, notó en ésta un leve dejo de tristeza. Fuera del alcance de la vista de sus respectivos hijos, la profesora acarició levemente la pierna de Amalfitano mientras éste giraba la cabeza y contemplaba un puesto de tacos callejeros en donde una pareja de policías bebía cervezas y hablaban y contemplaban, con sus pistolas colgando de sus caderas, el crepúsculo rojo y negro, como una marmita de chile espeso cuyos últimos hervores se apagaban por el oeste. Cuando llegaron a casa ya no había luz pero la sombra del libro de Dieste que colgaba del tendedero era más clara, más fija, más razonable, pensó Amalfitano, que todo lo que había visto en el extrarradio de Santa Teresa y en la misma ciudad, imágenes sin asidero, imágenes que contenían en sí toda la orfandad del mundo, fragmentos, fragmentos.

Roberto Bolaño, 2666. La parte de Amalfitano

27 jul 2011

Amor constante más allá de la prudencia

Lo mismo que esos perros cuyo dueño
es también su verdugo, y lo veneran,
así te empeñas en amar la vida.
Con esa obstinación de algunos perros
que sufren los humores de un borracho
mientras lamen su mano, así la adoras.
Con la misma paciencia de esos perros
que aguardan en la tumba de sus amos
no se sabe qué cosa, demostrando
un tesón tan hermoso como estéril.
Con esa obstinación, hermosa y fiel,
de algunos perros. Pero también a veces,
y quizá demasiadas    piensas hoy   ,
con su expresión tan triste y tan idiota.
Vicente Gallego

21 jul 2011

La recordadora

Cuando fueron avisados de que un fuego de lo alto caería sobre la ciudad donde vivían, para destruirla, se les advirtió también de que en su huida no deberían volver la vista atrás, así que ella, Lot su marido, sus hijos, los criados y criadas y las esclavillas, miraban solamente el camino y hacia el horizonte que tenían delante, aunque sentían curiosidad porque las nubes que veían quedaban iluminadas por resplandores, y se oía como un trueno lejano o el rodar de muchas carrozas a sus espaldas.

Entonces ella comenzó a hablar de su infancia, y contó que había tenido una vez un pájaro maravilloso que había muerto, y todavía no estaba consolada; que había tenido luego, ya más adelante, un anillo de oro con una piedra lapislázuli y se perdió, y aún lo echaba de menos. Y luego quiso decir algo más, como si hubiera perdido también quizás, a lo mejor, un antiguo amor porque sus ojos se oscurecieron y se hicieron de la forma de la almendra, pero calló. Sólo que entonces fue cuando volvió la vista atrás, y sonrió. Pero quedó inmóvil, y vieron todos que se volvía como de una piedra traslúcida como el alabastro, y cuando trataron de despertarla se percataron de que parecía compuesta como de cristalitos de sal. Aunque ella no parecía triste, sino que seguía sonriendo y seguramente recordando, y ya se quedaría allí para siempre así, con esa memoria.
José Jiménez Lozano

14 jul 2011

Canción

Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón;
la bella Inés, y jamón
y berenjenas con queso.
Una Inés, amantes, es
quien tuvo en mí tal poder
que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.
Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.
Fue de Inés la primer palma;
pero ya juzgarse ha mal
entre todos ellos cuál
tiene más parte en mi alma.
En gusto, medida y peso
no les hallo distinción:
ya Inés, ya jamón,
ya berenjenas con queso.
Alega Inés su beldad;
el jamón, que es de Aracena;
el queso y la berenjena,
su andaluza antigüedad.
Y está tan en fil el peso
que, juzgado sin pasión,
todo es uno: Inés, jamón
y berenjenas con queso.
Servirá este nuevo trato
destos mis nuevos amores
para que Inés sus favores
nos los venda más barato,
pues tendrá por contrapeso,
si no hiciere razón,
una lonja de jamón
y berenjenas con queso.
Baltasar del Alcázar (1530-1606)
 

8 jul 2011

Preferencias

Ni las cumbres sublimes ni los ríos
que no han sido ensuciados por los hombres;
ni los palacios ni las blancas ruinas
de los templos antiguos, ni los dioses
de mármol o de bronce, iguales todos,
ni la alada victoria ni un bugatti,
y menos aún la música y la danza,
con sus amanerados celebrantes:
ninguna de esas cosas y de otras
tan admiradas por los más sensibles
y que tienen que ver con el buen gusto
me proporciona una impresión profunda.
Si acaso, los hangares en desuso,
las estaciones fuera de servicio,
el laberinto de las fundiciones,
el brumoso extrarradio, un descampado
en el que sólo puede comprenderse
la perpleja tristeza de los hombres,
y los ríos que arrastran su miseria,
oscuros, majestuosos y solemnes,
y las descomunales escombreras.
Julio Martínez Mesanza

2 jul 2011

Palíndromos

YO VOY
LUZ AZUL
¡SOCORRA PÁRROCOS!
AMAR: DRAMA
AMOR ¿BROMA?
ASOMA FAMOSA
YERNO CON REY
ALUMNO CON MULA
ABAJO LA ALOJABA
SÉ LIAR FRAILES
SÉ LOGRAR GOLES
ÓIGOLE ESE ELOGIO
SEÑOR GOLOSO LOGROÑÉS
¡SOMETAMOS O MATEMOS!
OTRO PAR APORTO
SUPUSO SU PUS
SAFARI JODIDO: JIRAFAS
LO SANAN AL SOL
¿ACASO HUBO BUHOS ACÁ?
SE PAGA SUS ÁGAPES
ES NEUTRO PARA PORTUENSE
ANA, LA TACAÑA CATALANA
ANITA LAVA LA TINA
ACÁ VA LA VACA
¿ES RARO, MANET, ENAMORARSE?
SALTA LENIN EL ATLAS
¡AY, SOL, ACURRÚCALOS YA!
OIRÁN A CRONET, TENOR CANARIO
¿ACASO CITAN A FANÁTICOS ACÁ?
A CAÍN AMA LA MANÍACA
SOTO: FRÁGIL ESE LIGAR FOTOS
¡Y ÉL ALABABA LA LEY!
ATEO POR ARABIA IBA RARO POETA
NO BAJE, DIPUTADA. TÚ, PIDE JABÓN
TELMA HACE PIS SI PECA HAMLET
LE VINO DOTE DE TODO NIVEL
... O DICE: "DEMORÉ PERO ME DECIDO"
ECO DE LA VACA VALE DOCE
SE CORTA SOBORNO CON ROBOS ATROCES
ESO LO DIRÁ MI MARIDO, LO SÉ
EL AVISO DIURNO CON RUIDO SÍ VALE
¡LA MATO! (SALE DE LA SOTA MAL)
"A TI, SUMISA, AMADA DAMA." ASÍ MUSITA
VOTO LO MEJOR. NO SE SONROJE, MOLOTOV
DÁBALE ARROZ A LA ZORRA EL ABAD
LA ZORRA LE ASOLÓ GOLOSA EL ARROZAL
ASÍ VERSÓ LA FRASE: "CÉSAR FALOS REVISA"
YO DONACIÓN A RAPAZA PARANOICA NO DOY
¡ADOBADA NECROPSIA DAIS POR "CENA DE BODA"!
ARENA MALA ME DABA DE MALA MANERA
EL EMIR, POR ODIAR TODO TRAIDOR, OPRÍMELE
¿A LA RENEGADA MÁS ÁRIDA DIRÁS AMADA GENERALA?
NO CONSAGRE VERGAS, NO CONSAGRE VERGAS, NO CON...
LUZ, ADIVINA, NI LUZ AZULINA NI VID AZUL
LA PAPA SE DABA A LA ABADESA PAPAL
YO LA COZ LE DOY, AL SOSLAYO DEL ZÓCALO, Y...
ÉL, DALÍ, SUFRE SED O ESE DESEO DE SER: ¡FUSILADLE!
SI ES ONÁS ACUSADO, DA SU CASA, NO SEIS
"ODA PARA TI" ME RELATÓ TAL EREMITA RAPADO
¡MAL SI LE DAS LA FE FALSA DEL ISLAM!
OTERO LE DARÁ LUZ AZUL AL ARA DE LORETO

ESOPO SE
ACURRUCA
EDIPO NO PIDE

ANITA SE DESATINA.
AJENA MOTO MANEJA

A SU CAL ACUSA.
A CAL FLACA,
ARGAMASA MAGRA

Juan Filloy

24 jun 2011

Así será

Y anhelo que esa vida, hoy pálida e inerte,
tumultuosa sea, y varia y penetrante,
sin que un dolor ignoto, no pensado, me espante.
¡Lucharé, si es preciso, contra la misma suerte!

¡Que nunca me abandone la voluntad, y fuerte
ascenderé a lo alto con un gesto arrogante,
llevando un pensamiento que el ánimo levante
si desfallece un día al peso de la Muerte!

Todo antes que prosiga con esta opaca vida
de mediocres placeres y mediocres dolores.
¡Si hay que sufrir, se sufre; si hay que olvidar, se olvida!

¡Qué importan las heridas del dolor más enorme
si se alcanzan al cabo los supremos dulzores
de una vida completa, intensa y multiforme!...

Fernando Fortún (1890-1914)

17 jun 2011

Su rostro...

Su rostro   el rostro de ella    es el resplandor que todo lo ilumina y lo arrasa.

Años después, contemplando filmaciones de pruebas atómicas en el desierto, observando con regocijado espanto el modo en que ese viento fosforescente arrasaba pueblos falsos poblados por maniquíes siempre sonrientes, me dije que yo ya había experimentado algo parecido pero no recordaba dónde ni cuándo.

Y días atras, en el centro de El Incidente   Ezra entregándome esa foto en la que aparecemos los tres, en la que estamos todos, nosotros dos serios, y la carcajada de ella moviendo y borroneando su rostro   todo volvió a mí.

Todo menos su nombre.

O tal vez no sea que lo haya olvidado o que no pueda recordarlo.

Tal vez, lo que ocurre es que no quiero pensarlo y mucho menos decirlo por temor a que todo vuelva a desaparecer, a que su luz vuelva a apagarse y yo regrese a la oscuridad en la que he estado viviendo, sobreviviendo, por demasiado tiempo.

Rodrigo Fresán, El fondo del cielo

13 jun 2011

Salutación del optimista

Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;
mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;
retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte,
se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña,
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron
encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,
cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!

Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba
o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo,
ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras,
mientras dos continentes, abandonados de huesos gloriosos,
del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando,
digan al orbe: la alta virtud resucita,
que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.

Abominad la boca que predice desgracias eternas,
abominad los ojos que ven sólo zodíacos funestos,
abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres
o que la tea empuñan o la daga suicida.
Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo,
la inminencia de algo fatal hoy conmueve la tierra;
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dormidas
no despierten entonces en el tronco del roble gigante
bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?
¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos
y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida?
No es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en polvo
ni entre momias y piedras, reina que habita el sepulcro,
la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito,
que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas,
ni la que, tras los mares en que yace sepulta la Atlántida,
tiene su coro de vástagos, altos, robustos y fuertes.

Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos:
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.
Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,
así los manes heroicos de los primitivos abuelos,
de los egregios padres que abrieron el surco prístino,
sientan los soplos agrarios de primaverales retornos
y el rumor de espigas que inició la labor triptolémica.

Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.
La latina estirpe verá la gran alba futura:
en un trueno de música gloriosa, millones de labios 

saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
Oriente augusto, en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros,
¡ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!


Rubén Darío

7 jun 2011

Por el amor de Dios (El mendigo)

Huyendo de la tierra desnuda y trabajosa,
con mi silencio imploro, con mi estupor mendigo,
y cavo cada noche nuevamente mi fosa
en el pajar humilde que me sirve de abrigo.

Me dan sustento algre, si lo es alguna cosa,
arriba el fresco cielo y abajo el verde trigo,
y estúpido de vino, su fuerza ilusa posa
delante de mis ojos un tiempo sin castigo.

La anchura de los páramos es mi errante trabajo.
Con puro azul el agua de los arroyos bebo.
Conmigo siempre a solas hoy como ayer viajo.

Mi rumbo de repente trazo en el día nuevo.
Ni indago ni pregunto quién hasta aquí me trajo,
ni quién ha de llevarme con el dolor que llevo.

Leopoldo Panero

2 jun 2011

¡Diles que no me maten!

   ¡Diles que no me manten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
  No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
  Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.
  No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a veras. Y yo no quiero volver allá.
  Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.
  No. No tengo ganas de ir. Según eso, yo soy tu hijo. Y, si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.
  Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.
Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo:
  No.
Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato.
  Dile al sargento que te deje ver al coronel. Y cuéntale lo viejo que estoy. Lo poco que valgo. ¿Qué ganancia sacará con matarme? Ninguna ganancia. Al fin y al cabo, él debe de tener un alma. Dile que lo haga por la bendita salvación de su alma.
Justino se levantó de la pila de piedras en que estaba sentado y caminó hasta la puerta del corral. Luego se dio la vuelta para decir:
  Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién cuidará de mi mujer y de los hijos?
  La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir allá y ver qué cosas haces por mí. Eso es lo que urge.
Juan Rulfo, El Llano en Llamas

24 may 2011

El hombre

Emergió de aguas tibias
y maternales
para viajar a heladas
aguas finales

A las aguas finales
de oscuros puertos
donde otra vez son niños
todos los muertos
Óscar Hahn

17 may 2011

Todos fuimos pequeños

Todo el mundo, tú y tú,
no importa que envenes
pozos o que conviertas
gozo en melancolía
con tu siniestra magia;
todos, incluso tú
que sólo te diviertes
con el dolor ajeno,
tú que sonríes cuando
anuncian un desastre
o sueñas en la cama
repugnantes traiciones;
todos (tú también, monstruo
que surges de la sombra
y salpicas de sangre
las oscuras callejas)
fuisteis niños un día.
Piensa en tu infancia ahora.
En el llanto nocturno
que precedía al sueño,
en aquel desamparo
de enfrentarte a la muerte
siempre que te acostabas
al borde del abismo
que era tu cuarto entonces,
dominio del Diablo.
En las sórdidas aulas
del colegio, sembradas
de crueldad doméstica,
torpemente regidas
por mediocres psicópatas
expertos en maldades.
En el jardín ruidoso
donde el juego reinaba
con su ilusoria dicha,
con su mezcla infernal
de prestigio y espanto.
Todo el mundo vivió
aquel horror primero
que algunos inconscientes
se obstinan en seguir
llamando paraíso.

Luis Alberto de Cuenca

13 may 2011

(Historia infantil)

A Raúl fueron a buscarlo a la escuela de párvulos. Se lo contaría después en el internado a José Luis del Moral y también, algunos años más tarde, a su novia. Apareció una tía suya muy nerviosa mientras ellos estaban con el libro del patito rojo   así lo llamaban al libro de segundo año, por oposición al de primero, que tenía la tapa de color verde    abierto encima del pupitre y leían palabras largas y difíciles, como caracol, mosquito, bártulo o tranvía, el significado de las cuales muchas veces se les escapaba. Entró su tía en clase, interrumpiendo la lectura, se acercó a la mesa de doña Amelia, que estaba encima de la tarima, cuchichearon un rato, lo miraron de reojo mientras tanto tres o cuatro veces, y, por fin, dijeron: "Raúl, sí, tú, Raúl, ven, que te están esperando", y él recogió sus libros y los puso en la cartera y también puso dentro el plumier de madera que le habían regalado para reyes y que tenía arriba una cortinilla de láminas que se encogían para abrirse y se separaban para cerrarse. Mientras cerraba el plumier (baúl lo llamaban en su pueblo, o sea, casi lo llamaban como a él), una de las veces que levantó la vista, se dio cuenta, y eso que estaba lejos, a siete u ocho filas de la tarima, de que su tía estaba llorando, y a él se le ocurrió pensar qué habría hecho de malo para que en casa tuvieran ese disgusto y para que fueran nada menos que a la escuela a sacarlo de clase. Repasó mentalmente todo lo malo que había llevado a cabo durante las últimas horas y no encontró nada que pudiera provocar tanto malestar, aunque, parándose a pensarlo más despacio    y eso ya fue mientras recorría el espacio que había entre su pupitre y la tarima de doña Amelia   , se le ocurrió que seguramente fuera porque la tarde anterior se le había deshilachado la codera del jersey, dejando un agujero en la manga. Mientras se mantenía de pie ante su tía y la maestra, esperaba que sacasen a relucir el agujero en la manga del jersey, por eso se extrañó cuando la maestra le pasó la mano por la cara, y le dijo muy amable y en voz baja: "Hala, Raúl, vete con tu tía, y sé muy bueno con tu madre, porque ya eres un hombrecito".

Rafael Chirbes, La larga marcha

7 may 2011

El perseguidor

  Bueno, de acuerdo, pero antes le voy a contar lo del métro a Bruno. El otro día me di bien cuenta de lo que pasaba. Me puse a pensar en mi vieja, después en Lan y los chicos, y claro, al momento me parecía que estaba caminando por mi barrio, y veía las caras de los muchachos, los de aquel tiempo. No era pensar, me parece que ya te he dicho que yo no pienso nunca; estoy como parado en una esquina viendo pasar lo que pienso, pero no pienso lo que veo. ¿Te das cuenta? Jim dice que todos somos iguales, que en general (así dice) uno no piensa por su cuenta. Pongamos que sea así, la cuestión es que yo había tomado el métro en la estación Saint-Michel y en seguida me puse a pensar en Lan y los chicos, y a ver el barrio. Apenas me senté me puse a pensar en ellos. Pero al mismo tiempo me daba cuenta de que estaba en el métro, y vi que al cabo de un minuto más o menos llegábamos a Odeón, y que la gente entraba y salía. Entonces seguí pensando en Lan y vi a mi vieja cuando volvía de hacer las compras, y empecé a verlos a todos, a estar con ellos de una manera hermosísima, como hacía mucho que no sentía. Los recuerdos son siempre un asco, pero esta vez me gustaba pensar en los chicos y verlos. Si me pongo a contarte todo lo que vi no lo vas a creer porque tendría para rato. Y eso que ahorraría detalles. Por ejemplo, para decirte una sola cosa, veía a Lan con un vestido verde que se ponía cuando iba al Club 33 donde yo tocaba con Hamp. Veía el vestido con unas cintas, un moño, una especie de adorno al costado y un cuello... No al mismo tiempo, sino que en realidad me estaba paseando alrededor del vestido de Lan y lo miraba despacito. Y después miré la cara de Lan y la de los chicos, y después me acordé de Mike que vivía en la pieza de al lado, y cómo Mike me había contado la historia de unos caballos salvajes en Colorado, y él que trabajaba en un rancho y hablaba sacando pecho como los domadores de caballos...
   Johnny    ha dicho Dédée desde su rincón.
   Fíjate que solamente te cuento un pedacito de todo lo que estaba pensando y viendo. ¿Cuánto hará que te estoy contando este pedacito?
   No sé, pongamos unos dos minutos.
   Pongamos unos dos minutos   remeda Johnny  . Dos minutos y te he contado un pedacito nada más. Si te contara todo lo que les vi hacer a los chicos, y cómo Hamp tocaba Save it, pretty mamma y yo escuchaba cada nota, entiendes, cada nota, y Hamp no es de los que se cansan, y si te contara que también le oí a mi vieja una oración larguísima, donde hablaba de repollos, me parece, pedía perdón por mi viejo y por mí y decía algo de unos repollos... Bueno, si te contara en detalle todo eso, pasarían más de dos minutos, ¿eh, Bruno?

Julio Cortázar, "El perseguidor"

28 abr 2011

El niño al que se le murió el amigo

Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:

-El amigo se murió.
-Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.

El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.

-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.

Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.
                               Ana María Matute, Los niños tontos; Ed. Destino, 1962

24 abr 2011

La razón y otras dudas

“Hoy, los centros educativos se dedican a la fabricación de esclavos cada vez más perfectos, más diestros y provechosos en su función. Y las empresas de noticias, que usan todas las técnicas del envilecimiento y están orientadas contra la inteligencia, trabajan sobre todo para la insensibilidad de esos esclavos. Los hombres actuales, alienados no ya por el trabajo sino por la distracción, carecen de más de un tercio de sus jornadas para sí mismos, que es, según uno de nuestros fundadores, la condición mínima para considerarse libre. Aunque esto no es lo peor. Peor todavía es que, en caso de que dispusieran de más horas para sí mismos, no harían con ellas nada peligroso para sus amos. Al contrario, se dedicarían a adorar a sus amos.”

“Denominar ciencia social a la economía, a la sociología, a la política, a la historia, etcétera, es otra de las grandes majaderías del momento. Y ya veremos algún día como detrás de las majaderías generales hay siempre intereses particulares.
La ciencia ha sido, como lo fue la teología en la Edad Media, el ideal metodológico del siglo XX. Y nuestra confianza ciega en ella nos ha llevado a aplicar métodos científicos a disciplinas en donde no tenía maldita cosa que hacer.
Quienes han querido fabricar una ciencia del lenguaje, de la historia, de la economía, etcétera, se han visto obligados a vaciarlas de significado, a prescindir precisamente de lo esencial de ellas: del hombre, que con sus caprichos y divagaciones, con sus pasiones y motivaciones, las crea y se proyecta en ellas.
En lo cotidiano, esto ha tenido  su reflejo en sillas que apenas sirven para sentarse, en ridículos aparatos dificultosos, en cosas y edificios inhabitables.
No, no existen ciencias sociales, por mucho que se empeñen la universidad y sus charlatanes diplomados. Los estudios que colocamos bajo ese rótulo pretencioso tratan de asuntos donde lo incalculable y lo impredecible campan a sus anchas. Lo propio de la ciencia consiste en descubrir, enunciar e ir perfilando leyes precisas y comprobables en cualquier caso. Sin embargo, las llamadas ciencias sociales se basan únicamente en ciertas regularidades... estadísticas... más o menos sazonadas y aliñadas, para darnos gato por liebre. Y aunque imaginamos que un buen chef de cocina puede llegar a ser capaz de acercar el sabor y textura de un minino al de una hermosa liebre de campo, no es lo mismo, señores, no es lo mismo.”

José Mateos, La razón y otras dudas

23 abr 2011

Sabiduría popular

  Señor   replicó Sancho  , si a vuestra merced le parece que no soy de pro para este gobierno, desde aquí le suelto; que más quiero un solo negro de la uña de mi alma, que a todo mi cuerpo; y así me sustentaré Sancho a secas con pan y cebolla, como gobernador con perdices y capones; y más, que mientras se duerme, todos son iguales, los grandes y los menores, los pobres y los ricos; y si vuestra merced mira en ello, verá que sólo vuestra merced me ha puesto en esto de gobernar: que yo no sé más de gobiernos de ínsulas que un buitre; y si se imagina que por ser gobernador me ha de llevar el diablo, más me quiero ir Sancho al cielo que gobernador al infierno.
  Por Dios, Sancho   dijo don Quijote  , que por solas estas últimas razones que has dicho juzgo que mereces ser gobernador de mil ínsulas: buen natural tienes, sin el cual no hay ciencia que valga; encomiéndate a Dios, y procura no errar en la primera intención; quiero decir que siempre tengas intento y firme propósito de acertar en cuantos negocios te ocurrieren, porque siempre favorece el cielo los buenos deseos. Y vámonos a comer; que creo que ya estos señores nos aguardan.

Miguel de Cervantes, Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, capítulo XLIII, "De los consejos segundos que dio don Quijote a Sancho Panza"

11 abr 2011

Los gozos y las sombras

Jean Harlow estaba casada y se llevaba mal con su marido. Quería divorciarse. ¡La muy pécora! Era de esas que piensan que lo acabado, acabado, y ahí queda eso, como si no hubiera moral; y, luego, vuelta a empezar. Se puso inmediatamente de parte del marido, y le duró la parcialidad unos minutos: hasta que Jean Harlow entró en un salón de té muy recatado y se sentó junto a un hombre guapo y viril, que la trataba con respeto y amor. Doña Lucía, contra su voluntad, comenzó a explicarse que a Jean Harlow le apeteciese cambiar de hombre. No estaba bien, pero había sus razones... El sujeto era guapo, tenía un mirar romántico, y trataba a Jean Harlow con ternura. Doña Lucía se conmovió. «¡Ternura! ¡Eso lo desconocen los hombres españoles! ¡No piensan más que en la carne, y una agradece el cariño mucho más que el placer!» La pareja salió del salón de té y entró en un automóvil. Era de noche, y las calles de Nueva York rutilaban. Sobrevino un atasco, el coche se detuvo y, ¡zas!, el hombre cogió a Jean Harlow por la cintura y la besó en la boca. ¡Dios mío con qué delicadeza! Jean Harlow estaba desprevenida; doña Lucía, también. El beso le sacudió los nervios hasta la punta de los pies y, de repente, se sintió invadida y arrebatada, sintió como si el cuerpo de Jean Harlow, todavía abrazada, todavía estremecida, se saliese de la pantalla y envolviese el suyo, lo asumiese y lo llevase consigo, incorporado al beso, al abrazo y a la ternura del galán. A partir de este momento, doña Lucía vivió dentro del cuerpo de Jean Harlow y, poco a poco, fue sintiéndolo suyo, gozosamente ensanchada, como si el cuerpo nuevo fuese un molde que hubiese de llenar, hasta que las caderas, los pechos, los brazos y las piernas coincidiesen, hasta que los dos cuerpos, rotas las exclusas misteriosas de su ser, fuesen regados por la misma sangre y los animase la misma salud. Se recogió en sí misma y asistió a su propia transformación, a su propio arrebato. No estaba allí, convoyada por su marido y por el amigo de su marido, sino hecha luz en la pantalla. Sus ojos abiertos sorbían las imágenes que, en su interior, se trasmudaban en vida propia y la hacían reír, llorar, gemir o desvanecerse de dicha. Se olvidó de sí misma.

(Gonzalo Torrente Ballester. Los gozos y las sombras II. Donde da la vuelta el aire)

3 abr 2011

Felices las ciudades que conservan
indemnes sus iglesias, y felices
las que, después del siglo, las consagran.
Ninguno dijo en ellas: “Dios no existe
y, si existe, no cuida de nosotros;
mirad, si no, la muerte de los niños,
que le culpa o le niega, y la injusticia
y la tristeza avasallando el mundo”.
Felices porque su esperanza vive
y les hizo decir humildemente:
“La culpa del dolor es sólo nuestro".

Julio Martínez Mesanza

25 mar 2011

La buena conciencia

En el centro de la Selva existió hace mucho una extravagante familia de plantas carnívoras que, con el paso del tiempo, llegaron a adquirir conciencia de su extraña costumbre, principalmente por las constantes murmuraciones que el buen Céfiro les traía de todos los rumbos de la ciudad. Sensibles a la crítica, poco a poco fueron cobrando repugnancia a la carne, hasta que llegó el momento en que no sólo la repudiaron en el sentido figurado, o sea el sexual, sino que por último se negaron a comerla, asqueadas a tal grado que su simple vista les producía náuseas. Entonces decidieron volverse vegetarianas.
A partir de ese día se comen únicamente unas a otras y viven tranquilas olvidadas de su infame pasado.
Augusto Monterroso

18 mar 2011

Tanto monta

Te dirán
que vales
lo que eres
y no lo que tienes.
Y tendrán
razón:
sin dinero
es cuando vales
exactamente
lo que eres:
nada.
Roger Wolfe
(que, a pesar de su nombre, escribe en castellano y vive en España desde hace muchos años.)

11 mar 2011

Metaliteraria

LAS PALABRAS DE CRISTO. Todo artista trata de despertar a Lázaro y pronuncia ante la boca de la muerte esas palabras que conjuran la muerte: "Lázaro, ven fuera". Y todo artista lo que resucita es un cuerpo medio sonámbulo, decaído, pobre carne entumecida de fatiga y estupor.
José Mateos

3 mar 2011

Primeras letras

De los topos, aprendimos a hacer túneles.
De los castores, aprendimos a hacer diques.
De los pájaros, aprendimos a hacer casas.
De las arañas, aprendimos a tejer.
Del tronco que rodaba cuesta abajo, aprendimos la rueda.
Del tronco que flotaba a la deriva, aprendimos la nave.
Del viento, aprendimos la vela.
¿Quién nos habrá enseñado las malas mañas? ¿De quién
aprendimos a atormentar al prójimo y a humillar al mundo?

Eduardo Galeano