querríavos contar, en poco de ratiello,
un sermón que fue preso de un santo libriello,
que fizo sant Jherónimo, un precioso cabdiello.
Nuestro padre Jherónimo, pastor de nos e tienda,
leyendo en ebreo en essa su leyenda,
trovó cosas estrannas, de estranna facienda;
qui las oír quisiere, tenga que bien merienda.
Trovó el omne bueno, entre todo lo ál,
que ante del Judicio, del Judicio cabdal,
verrán muy grandes signos, un fiero temporal,
que se verá el mundo en pressura mortal.
Por esso lo escripso el varón acordado,
que se tema el pueblo que anda desviado,
mejore en constumnes, faga a Dios pagado,
que non sea de Christo estonz desemparado.
Esti será el uno de los signos dubdados:
subirá a las nubes el mar muchos estados,
más alto que las sierras e más que los collados,
tanto que en sequero fincarán los pescados.
Pero en su derecha será él muy quedado,
non podrá estenderse, será como elado,
como parés enfiesta o muro bien labrado,
quiquiere que lo vea será mal espantado.
(...)
Gonzalo de Berceo