Un rincón de la Casa de las Palabras

Un rincón de la Casa de las Palabras





14 jun 2012

Consejo obrero

En cambio, sobre Daniel hubo un arduo debate. En el fondo, ninguno de los delegados le quería. Le odiaban tanto o más que al traidor Bartolo. En último caso siempre era más peligroso aquel tipo fuerte y entero que cualquier pobre diablo de los que estaban cayendo a diario. Un hombre como Daniel era el peor enemigo de la revolución y de la dictadura del proletariado. Había que acabar con él. Les detenía el escrúpulo de que no se le había podido encontrar por ninguna parte rastro alguno de actividad contrarrevolucionaria. Ni había sido fascista, ni había pertenecido jamás a ningún sindicato amarillo. Se había limitado a desconocer y desacatar las organizaciones proletarias de la lucha de clases, a no secundar las huelgas y a procurarse mejoras económicas trabajando a destajo o en horas extraordinarias, contrariando los acuerdos e intereses sindicales. Daniel había sido siempre el enemigo de la organización. Su rebeldía contra la disciplina proletaria y su desdén por los líderes obreristas estaban bien probados. Pero, a pesar de todo, era indiscutiblemente un obrero, un proletario ciento por ciento; ni un "cuchillo para los trabajadores" ni un "lacayo de la burguesía". ¿Tendrían derecho a condenarle quienes en nombre del proletariado hacían la revolución y administraban la justicia revolucionaria?

Todos, en el fondo de su conciencia, sabían que no.

Le condenaron, sin embargo. ¿Por qué? Por lo mismo que condenaba antes la burguesía: por miedo. Miedo a la libertad. El miedo odioso del sectario al hombre libre e independiente. ¡Fue una lástima! El día en que el consejo obrero expulsó del taller al obrero tornero Daniel, se perdió la causa del pueblo. Los cañones del ejército sublevado martilleaban inútilmente las trincheras de Madrid; los aviones italianos y alemanes asesinaban en vano mujeres y niños. Pero la causa del pueblo se había perdido por este sencillo hecho. Porque el consejo obrero de una fábrica había tomado el acuerdo de expulsar a un obrero por el delito de haber defendido su libertad.

Manuel Chaves Nogales, A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España.

1 jun 2012

La última felicitación

Aunque ripioso, improviso,
¡Tres meses enfermo en casa!
(Grijalba 10, junto al Viso)
aquí reposo, repaso,
me examino y me confieso.
Nada espero de la U.S.A.
ni creo en la esencia rusa.

Los que pisaron la rosa,
prohibieron la sonrisa
y asustaron a mi musa.
De la catástrofe esa
ninguno ha quedado ileso.

El arte es turbio y espeso.
La comida muy escasa.
La cultura muy Espasa.

Sin sonrisa, musa y rosa.
Hay que apresurar el paso,
inscribirse en El Ocaso
y morirse y a otra cosa.

Paco Vighi (Palencia 1890 - 1962)